Ella despertó al fin. Todos esperaban en silencio, casi ni se les oía respirar. ¿Qué pasa? dice ella. Nadie contesta, todos seguían en el mismo estado. Se levantó del suelo, miró lo que traía puesto, y esbozó una sonrisa. Era el vestido floreado que su madre le obsequió cuando cumplió 13. ¿Aún me queda? se preguntó extrañada en sus adentros. Se colocó las sandalias y luego su mirada se clavó en la extraña ventana que estaba hacia su derecha. Era más grande de lo normal, cuadrada y profunda como el grosor de un malvavisco gigante.
Tenía ganas de ir y sentarse en ella, pues aparte de ser espaciosa, tenía apariencia de ser esponjosa y cómoda. Avanzó unos tres pasos y miró a través de la misteriosa ventana, asomando solo un poco su cabeza. No se atrevía a acercarse más, pues lo que veía lograba asustarla. Se veía ella misma caminando de la mano de alguien. Era pequeña, de cabellera larga y ondeada. Curiosamente llevaba puesto el mismo vestido floreado que ella lucía en ese preciso instante.
Volteó y volvió a ver a las personas que esperaban por ella. No decían nada, no movían ni un músculo. Todo era extraño; las personas que la rodeaban en silencio y lo que veía a través de esa ventana. Incluso, ella misma se sentía extraña con ese vestido floreado, que hasta ese momento no lograba explicarse cómo fue que le entró. Se acercó un poco más a la ventana cuando de pronto sintió un brusco jalón. Abrió los ojos y estaba ella en cama, una mujer, extraña para ella, sostenía su mano y la miraba con amor.
Tenía ganas de ir y sentarse en ella, pues aparte de ser espaciosa, tenía apariencia de ser esponjosa y cómoda. Avanzó unos tres pasos y miró a través de la misteriosa ventana, asomando solo un poco su cabeza. No se atrevía a acercarse más, pues lo que veía lograba asustarla. Se veía ella misma caminando de la mano de alguien. Era pequeña, de cabellera larga y ondeada. Curiosamente llevaba puesto el mismo vestido floreado que ella lucía en ese preciso instante.
Volteó y volvió a ver a las personas que esperaban por ella. No decían nada, no movían ni un músculo. Todo era extraño; las personas que la rodeaban en silencio y lo que veía a través de esa ventana. Incluso, ella misma se sentía extraña con ese vestido floreado, que hasta ese momento no lograba explicarse cómo fue que le entró. Se acercó un poco más a la ventana cuando de pronto sintió un brusco jalón. Abrió los ojos y estaba ella en cama, una mujer, extraña para ella, sostenía su mano y la miraba con amor.
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