No sé bailar, confesaste mientras tu voz se hacía más delgada de lo normal. Me perdí tu expresión cuando lo dijiste, pero pude imaginar tu rostro avergonzado. El tiempo ha cambiado, y a pesar que ahora tu cabeza se llene de preguntas sobre el regalo de esta nueva vida, no te asustes y aprende a bailar. Si no sabes cómo empezar, recuerda que el mejor instrumento para deleitar con música a tu espíritu, es tu sonrisa. Aprende a utilizarla en todo tiempo, pues ese gesto de humildad hace que los momentos difíciles se conviertan en disfrute, y sobre todo, gratitud.
Creo que no me equivoco al decir que eres tan sencillo como los mejores momentos por los que uno pasa, y muchas veces, sin darse cuenta. Son varias cosas las que me llevan a apreciar tu vida, tu amistad, tus palabras, y ahora tu historia. ¿Cómo fue que llegamos a invitarnos a conocer más de nosotros sin siquiera vernos tanto? Es extraño, realmente extraño, pero sucedió. Siento que te conociera desde pequeña y hasta curiosamente haber jugado contigo en el jardín. ¿Te imaginas? De seguro yo estaría saltando de aquí allá y tú tratarías de controlarme.
Ahora a esta edad también imagino que nos divertimos juntos a pesar que cuando yo a penas abro los ojos para empezar mi día, tú estás alistando tu almohada para soñar con los ojos cerrados. No importa, eso no será impedimento para salir a caminar, respirar historias nuevas, leer en silencio frente al parque, sentarnos en algún lugar mientras escuchamos música y fingir que nos conocemos más de lo que la gente piensa. ¿Estás listo para bailar? Porque ahí voy.
Comentarios
Publicar un comentario