Eran cerca de las ocho de la noche cuando decidimos tomar un taxi para regresar a casa. La pequeña de cachetes grandes, quien se comporta como toda una señora a pesar de tener solo 18 años, sorprendió a uno de los taxistas como solo a ella se le puede ocurrir. "Oiga, mijo, usted nos va a poner a cantar dentro del carro o qué? ", fueron sus palabras después de pillar al taxista intentando esconder un micrófono. A penas la escuché decir eso, no pude aguantar y solté una de mis mayores carcajadas en plena calle de Medellín. Pensé que todo quedaría ahí, pero no fue así.
Efectivamente, el taxista llevaba un gran secreto dentro de su vehículo. Tenía nada menos que un minikaraoke con efectos especiales listo para ser explotado al máximo. Entramos al taxi y ella no se quedó callada. "Hay no, mijo, usted sí que está preparado. Vamos, empiece, empiece", dijo la pequeña de cachetes grandes dándole también la dirección del lugar donde nos tenía que dejar. El taxista, que por cierto se parecía a Pedro El Escamoso, obediente alzó el volumen y empezó a cantar como los dioses, mientras manejaba. Así es señores, se iba armando el tono dentro del taxi.
"Yo no sé que pasará. Ay, amor, si tú no estás (...)", decía el coro del ballenato que sonaba en el minikaraoke, y si no sabías la canción, como yo, te ponías a leer las letras. Todo iba bien, la pequeña de cachetes grandes y yo estábamos más que felices, pues era la primera vez que subíamos a un taxi así. Cuando de pronto el taxista se estacionó, y hasta no terminar la canción, este no nos explicó por qué nos habíamos estancado. "Ay, quedé un poco mareado. ¿Cuál era la dirección?", dijo el clon de Pedro El Escamoso después de terminar de cantar el pegajoso tema.
No recuerdo si alguna otra vez reí tanto como aquel día. Después de decirle nuevamente la dirección hacia donde nos dirigíamos, el taxista puso otro tema y hasta nos dio a escoger uno. Lo puso, alzó el volumen y empezamos a cantar con micrófono en mano hasta llegar a nuestro destino. Les puedo asegurar que nunca borraré ese momento de mi mente. Bien dicen que los momentos más grandiosos suceden cuando uno menos se lo espera y así fue. Gracias, Colombia y gracias a ti, mis hermosos cachetitos.
Efectivamente, el taxista llevaba un gran secreto dentro de su vehículo. Tenía nada menos que un minikaraoke con efectos especiales listo para ser explotado al máximo. Entramos al taxi y ella no se quedó callada. "Hay no, mijo, usted sí que está preparado. Vamos, empiece, empiece", dijo la pequeña de cachetes grandes dándole también la dirección del lugar donde nos tenía que dejar. El taxista, que por cierto se parecía a Pedro El Escamoso, obediente alzó el volumen y empezó a cantar como los dioses, mientras manejaba. Así es señores, se iba armando el tono dentro del taxi.
"Yo no sé que pasará. Ay, amor, si tú no estás (...)", decía el coro del ballenato que sonaba en el minikaraoke, y si no sabías la canción, como yo, te ponías a leer las letras. Todo iba bien, la pequeña de cachetes grandes y yo estábamos más que felices, pues era la primera vez que subíamos a un taxi así. Cuando de pronto el taxista se estacionó, y hasta no terminar la canción, este no nos explicó por qué nos habíamos estancado. "Ay, quedé un poco mareado. ¿Cuál era la dirección?", dijo el clon de Pedro El Escamoso después de terminar de cantar el pegajoso tema.
No recuerdo si alguna otra vez reí tanto como aquel día. Después de decirle nuevamente la dirección hacia donde nos dirigíamos, el taxista puso otro tema y hasta nos dio a escoger uno. Lo puso, alzó el volumen y empezamos a cantar con micrófono en mano hasta llegar a nuestro destino. Les puedo asegurar que nunca borraré ese momento de mi mente. Bien dicen que los momentos más grandiosos suceden cuando uno menos se lo espera y así fue. Gracias, Colombia y gracias a ti, mis hermosos cachetitos.
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