Allí estaba yo, sentada, mirando el infinito del mar.
No sentía lo mismo que antes; esta vez, estaba cansada, muy agotada. Cerré por
unos momentos los ojos y me dejé acariciar, nuevamente, por la brisa del
viento. Mientras lo hacía, sentí las voces de dos jóvenes al lado. Él le decía: “Me
encantas”, pero Ella solo asentía con la cabeza y trataba de dibujar algo
parecido a una sonrisa. ¿Que cómo lo sé si tenía los ojos cerrados? Pues Él se lo
dijo: “siempre lo haces (…)”.
Mientras mantenía los ojos cerrados, el mozo finalmente decidió acercarse a mí con una sonrisa cálida, y preguntó qué iba tomar; “lo
de siempre”, le dije. Él no tuvo más remedio que mostrar todos sus dientes, tras alargar
aún más esa curva feliz de sus labios. “Me encantaría saber qué es lo de
siempre, amable señorita”, dijo Él con una nueva sonrisa, pero esta vez algo
más pícara. “Bueno, lo de siempre es: un café americano sin azúcar y cualquier
postre, agridulce, que me recomiendes”, esbocé, sin quitarle la mirada al mar.
A penas se marchó, saqué el libro que tenía en mi bolso, ese
que me viene acompañando desde hace unas semanas. Se hacía de noche y el
cansancio iba desapareciendo de a pocos -las luces en medio de la oscuridad me
hacen recordar que siempre hay esperanza-, así que me empezaba a sentir
mejor. Fue en ese instante que el mozo
apareció con lo que había pedido. “Nunca me defraudan”, dije, sin desprender la
mirada en el postre que eligieron para mí.
Los chicos de al lado pidieron la cuenta luego de haber
aclarado, al fin, sus sentimientos tempranos por el corto tiempo de relación
que tenían ambos. ¿Que cómo sabía?, pues Ella lo dijo: “Por ahora solo quiero
llevar las cosas con calma, llevamos (…)”. Lo bueno es que ambos se marcharon
del lugar con bonitas sonrisas. “Enhorabuena”, habló mi mente.
Yo, por supuesto, me quedé más tiempo, casi hasta que
cerraran el café frente al mar. “Cómo no atienden las 24 horas del día. Sería
excelente traer una mantita y quedarme toda la noche viendo el movimiento de
las olas y escuchando el susurro del viento”, dije en mis adentros, mientras
caminaba con los ojos cerrados.
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