Tenemos tanto que decir que las palabras se desesperan y arman confusión. Trato de calmarlas y ordenarlas en silencio, pero ellas no escuchan. Se inquietan más y no me dejan ayudarlas. Al parecer no entienden que también es asunto mío.
Tomaré un respiro, me digo, pero siento que se me acaba el tiempo. Si las mantengo ahí adentro por un tiempo más, engordaré mis mejillas de frases incompletas. Se me acaba el tiempo, digo otra vez; hago fuerza, me pongo roja, sale alguna lágrima, pero es en vano.
Estoy enojada. Desgastada. Cansada hasta los dientes, tanto así que quiero bostezar. Lo hago sin mayor esfuerzo y cuando vuelvo a cerrar la boca, lo había dicho todo. ¿Cómo pasó? Me sonrojo, sonrío con miedo, agradezco en silencio y camino hacia mi libertad.
Comentarios
Publicar un comentario