Ir al contenido principal

Amo escucharte

Siento que me susurras al oído las cosas más dulces e impresionantes que haya escuchado en mi vida. Cuando te siento no existe el tiempo porque puedo quedarme a tu lado por el resto de los días. Amo admirarte aún si tú no me miras porque cuando te observo es como si me llevaras al cielo. Sí, aquel cielo perfecto, blando y dulce como el algodón de azúcar.

He podido escuchar tu risa y es tan perfecta que me quedaría horas deleitándome en ella. Qué más puedo decir de alguien tan perfecto como tú; quizás ya no me caben las palabras para expresar lo maravilloso que eres. Y sabes que más? creo que mi corazón se queda pequeño en comparación a tu gran amor y a la pasión que sientes cuando dices amar a alguien.

Si algún día me preguntan si SOY FELIZ sin duda alguna diré que sí, porque cada día es único y diferente a tu lado; y ¿cómo no serlo? si todos los días me regalas un corazón renovado, un momento bello junto a mis verdaderos amigos, un nuevo amanecer viendo tu hermosa sonrisa y un nuevo atardecer que iluminan mis ojos; aquellos ojos que alguna vez sintieron cansancio, ahora solo brillan por querer escuchar tu voz una vez más.

Siento correr como el viento cuando te escucho llamarme y siento admirarte más cuando siento tu voz diciéndome: TE AMO.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Zen Zen

Este es el inicio de un nombre “raro” con algunos toques chinos. Dicen que "Zendy” es un nombre tan extraño que no saben si suena dulce o misterioso, o quizás tiene de ambas. Cuando han deseado saber su procedencia, los he decepcionado diciéndoles  que no tiene significado alguno, pues un día lluvioso, según cuenta mi madre, mientras se encontraba leyendo, un colibrí se posó por varios minutos sobre el libro que tenía en el vientre, justo en la palabra Zen. Ella quedó fascinada, y así fue que decidió incluirla dentro del nombre que ya había estado rondando por su cabeza. Nací, toda sambita, por cierto, y con el tiempo, mi nombre ha ido cambiando aún más. Para algunos soy  ”Zeny”, para otros, ”Zen”, y si quieren volver a ser niños, me llaman “Zen Zen”. ¡Esa soy yo! No les niego que he considerado volver a preguntarle a mi madre, si la historia que me contó era cierta o no, pero creo que es mejor seguir pensando que lo fue. Si bien es cierto, eso no aclara el signi...

Lo de siempre, por favor

Allí estaba yo, sentada, mirando el infinito del mar. No sentía lo mismo que antes; esta vez, estaba cansada, muy agotada. Cerré por unos momentos los ojos y me dejé acariciar, nuevamente, por la brisa del viento. Mientras lo hacía, sentí las voces de dos jóvenes al lado. Él le decía: “Me encantas”, pero Ella solo asentía con la cabeza y trataba de dibujar algo parecido a una sonrisa. ¿Que cómo lo sé si tenía los ojos cerrados? Pues Él se lo dijo: “siempre lo haces (…)”. Mientras mantenía los ojos cerrados, el mozo finalmente decidió acercarse a mí con una sonrisa cálida,  y preguntó qué iba tomar; “lo de siempre”, le dije. Él no tuvo más remedio que mostrar todos sus dientes, tras alargar aún más esa curva feliz de sus labios. “Me encantaría saber qué es lo de siempre, amable señorita”, dijo Él con una nueva sonrisa, pero esta vez algo más pícara. “Bueno, lo de siempre es: un café americano sin azúcar y cualquier postre, agridulce, que me recomiendes”, esbocé, sin quitarle la ...

De camino a casa con un gato

Mientras caminábamos de regreso a casa, él no dejaba de mirarme. Yo mantenía la mirada al frente, pues si volteaba hacia él, mis ojos delatarían lo frágil que me sentía en ese pequeño momento. Sus manos empezaron a acariciar las mías y el viento, sin quedarse atrás, hacía lo suyo con mi rostro. “No lo merezco”, me decía, pero él, sin decir una sola palabra, decía lo contrario. Yo lo sabía, porque podía escucharlo. De pronto, sentí unas pequeñas gotas débiles sobre mi rostro, entonces recordé lo bien que me hace el invierno por sus refrescantes lluvias. Mis ojos automáticamente se guardaron, mi respiración se hizo más profunda y mis labios se hicieron más largos y delgados, símbolo de la felicidad. Él no resistió más y me cobijó suavemente en sus brazos; ya había olvidado lo segura que me sentía en ellos. Nuestros pasos se hicieron más lentos, más suaves, mientras las ramas de los árboles bailaban con cautela a los lados. Saqué del bolsillo derecho mis audífonos, los conecté al c...