Esto empieza a quemar. Mi mente es como una autopista sin fin que recibe distintas velocidades de autos con hambre de gloria y un irresistible pastel de bombones. Cada vez que aparece uno de aquellos autos en mi autopista, se enciende con más fuerza el fuego de mi interior, que si pusiera un malvavisco pinchado con un palito, esta quedaría perfectamente asada. Los autos siguen apareciendo y yo empiezo a ponerme un poco más nerviosa que al inicio de la carrera. Trato de dirigirlos con calma, pero no es fácil, todo va muy rápido. A pesar que esto suene a algo malo, me doy cuenta que es realmente bueno. Ideas, formas, colores, sabores, tamaños y texturas empiezan a decorar mi mente como un delicioso Cupcake. Estoy invadida de ellos y me encanta. Ahora mi autopista se ha vuelto tan dulce que las letras quieren formar parte de ella. Se acomodan entre sí y tratan de formar palabras, frases, slogans y nombres que sepan bien, que gusten y deleiten, así como lo hace nuestro postre favorito...
Todos tenemos algo que contar. Algunos hablan, yo escribo.